Úsuga organizó una performance improvisada días después de la inauguración de la exposición, en la que a modo de exorcización de una ruptura sentimental, la artista en plena calle Fúcar fue desgajando cebollas y dejando sus restos en forma de corazón entorno a la calle. No lloró, al menos no se vieron sus lágrimas. Iba descalza, con un finísimo vestido color rojo, hacía mucho frío ese día. La calle Fúcar, donde se sitúa la galería, se encuentra muy cerca del Congreso de los Diputados. Aparecieron allí los antidisturbios con la ingenua idea de que se estaba montando algo antisistema, tal y como llaman ahora a toda forma de protesta o como en este caso, a toda forma de expresión.
sábado, 13 de abril de 2013
FOTOGALERÍA DEL PERIODICO EL PAIS -MADRID, ESPAÑA
Jugada a tres bandas | Fotogalería | Cultura | EL PAÍS
elpais.com/cultura/2013/04/05/.../1365181467_334243.html
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jueves, 11 de abril de 2013
jueves, 21 de marzo de 2013
Soporte(s) de resistencia
ser/res, acción, registro fotografico Elisa Echavarría, 2012. |
Intro/definición
del proyecto
Las obras de la exposición confluyen en el tema del
cuerpo frente a las demandas, usos y
presiones que el cuerpo social y político, le imponen. Soporte de tensiones en
los límites que ponen en juego su resistencia. No importa si las tres artistas proceden
y trabajan en diferentes lugares del mundo, Medellín, Guayaquil o Londres, idénticas
transgresiones convergen en él: las debidas al género, a la apariencia, a la desafección, a la salud, a la supervivencia,
a la destrucción de su memoria…
Texto
Comisaria. Maria Antonia de Castro.
Soporte(s) de resistencia articula el tema del cuerpo como
soporte sobre el que confluyen exigencias y demandas culturales, sociales y
políticas que ponen a prueba su facultad de resistencia y visibiliza el cruce
de conflictos no resueltos que le obligan a desafiar los límites de su
naturaleza.
A partir de estos datos comunes, el punto de vista y el protagonismo
que el cuerpo adquiere en las creaciones de las tres artistas son diferentes y complementarios.
En la obra de Libia Posada (Medellín 1959) el cuerpo es punto de partida para
analizar, definir, relatar y delatar los fenómenos y circunstancias sociales hostiles
que concurren sobre él. Para Paula Úsuga (Medellín 1975) el propio cuerpo y su
identidad, como categorías en continuo cuestionamiento, asumen el centro de su
atención en base a las propias vivencias personales. Dentro de su habitual
trabajo sobre la antinaturaleza, Mª José Argenzio (Guayaquil 1977) muestra aquí
una de las crueles transgresiones a las que se somete el cuerpo femenino como
soporte de un ideal cultural que aspira a su desmaterialización y sublimación.
Objeto receptivo y sujeto activo, el cuerpo sigue siendo
aquel campo de batalla en el que convergen varias direcciones del conflicto entre
la capacidad de soportar y la facultad de resistir, la fragilidad individual y la
violencia pública, cultural y política, la libertad de elegir y la necesidad de
sobrevivir, la belleza del artificio y el dolor, el desprecio a la identidad y
la necesaria preservación de la memoria…
El punto de vista que Libia Posada tiene sobre el cuerpo
parte de sus conocimientos como médica y de su vivencia como curadora de enfermedades,
heridas y daños. Una experiencia que se desarrolla entre la despersonalización
que como científica ha de aplicar en su ejercicio profesional y la intensidad
emocional del contacto con la fragilidad humana en situaciones límite. “La
enfermedad y la muerte constituyen un borde una frontera o un espacio límite
donde lo humano se pone en juego, donde el cuerpo es más cuerpo, lo humano más
humano, y lo animal e instintivo es más animal. Allí todas nuestras
definiciones sobre la humanidad y otros asuntos quedan en entredicho.”
Aprovechando su conocimiento de las anomalías que presenta
el cuerpo, Libia Posada pone en evidencia los problemas sociales y políticos
que confluyen sobre él. El tratamiento que hace de ello es el de una científica
que evalúa y emite un diagnóstico de las causas, a partir de un análisis los
efectos. En “Signos cardinales” (2008) Posada dibuja sobre piernas de mujeres y
hombres el mapa de los desplazamientos que han realizado a lo largo de su vida.
La demarcación del recorrido hace visible la topografía del dolor que acompaña
a cada individuo obligado a abandonar el territorio referencial a causa de conflictos
políticos y económicos que le son ajenos. La concreción gráfica de los lugares de
donde viene y por dónde pasa, cumple también la importante misión de mantener vivo
el recuerdo. El trazado topográfico actúa pues como agente activador de la
memoria, elemento referencial imprescindible de la identidad, amenazada por la
ausencia de pasado y el anonimato en el nuevo territorio extraño.
En la creación de Paula Úsuga su propio cuerpo es el
material de trabajo. Artista que cuenta con obras de gran plasticidad en su fecunda
trayectoria, lo táctil es una clave de su proceso creativo. De aquí que el
cuerpo como carne, además de cómo soporte de una identidad mediatizada por el contacto
con los demás, sea el soporte de su actividad performativa. Un componente
ritual aparece en la mayoría de sus obras, como medio para identificar y
solemnizar un hecho cuya “re-presentación” fuera de contexto ejerce un efecto catártico
y curativo sobre el miedo y el trauma.
En la obra que se presenta aquí, ser/res, su cuerpo es puesto a prueba a través de un ritual
doloroso que convoca una pluralidad de lecturas. De todas ellas menciono aquí el
sentido que las marcas sobre el cuerpo tenían y siguen teniendo en ciertos pueblos
que mantienen la memoria de lo que el ser humano es entre el resto de las
especies animales. En tales culturas indígenas, las marcas son signos que
identifican al ser humano como especie distinta en tanto creadora de cultura, inventora
de artificios, facultada para transformar la materia y para ofrecerse voluntariamente
al dolor como señal de fuerza psíquica, valor físico y libertad de elección. De
manera que una persona no marcada por signos que le signifiquen es poco más que
un animal.
Paula Úsuga, actualizando ahora y aquí el ritual del marcado
vuelve del revés el sentido y el significado que tal gesto tiene en otros
contextos. Al trasladar de tiempo y lugar un determinado acto, que en nuestro
marco cultural se reserva sólo a los animales, replantea un cúmulo de asuntos
sobre la identidad de lo humano. La palabra ser/res
que se hace grabar sobre la piel incide en su cuestionamiento del “cuerpo que
soporta las problemáticas asociadas” al hecho de ser mujer y a su consideración
cultural. (La palabra res, aparte de su
referencia al animal cuadrúpedo, en la lengua latina tenía significados
ambivalentes: si el contexto era afirmativo, significaba algo, pero cuando
era negativo significaba nada, ese mismo uso aparece en la lengua catalana
actualmente hablada en el levante español.)
El trabajo de María José Argenzio gira en torno a la transgresión de la
naturaleza de las cosas, para lo que activa un variado juego de suplantaciones,
consistente, a veces, en revestir la apariencia natural con envolturas
artificiosas. Otras, mediante el desplazamiento de elementos que, descontextualizados
de su medio y manipulados, re-presenta desposeídos de sus atributos naturales y
revestidos de nuevas apariencias, usos y significados. En esta obra, fija la
atención sobre las piernas de una bailarina de ballet clásico que realiza sus
ejercicios de puntas llevando adheridas a sus zapatillas 7.1 kilos de pesas metálicas. En nuestra cultura occidental el
ballet clásico es considerado como un adiestramiento virtuoso del cuerpo que
sublima la imagen física de hombres y, particularmente, mujeres al elevarla
sobre la superficie del suelo y obligarla a realizar acrobacias que desafían la
gravedad natural de su cuerpo. El vídeo de María José Argenzio incide sobre el
género de violencia que el cuerpo soporta y su capacidad de resistencia al
dolor. Potenciando el estruendo de sonido que las pesas emiten al golpearse contra
el suelo, la artista plantea la contradicción entre la naturalidad con la que
nuestra civilizada cultura celebra lo etéreo como una de las culminaciones más
elevadas del ser femenino y la cruel transgresión de las condiciones naturales
del cuerpo que eso significa.
Como soporte de lo político y de los usos culturales, diversos
grados de violencia aparecen en la revisión crítica del cuerpo realizada por
estas tres artistas, como agresiva es también la exigencia en los límites a la
que se ve expuesto.
lunes, 11 de marzo de 2013
JUGADA A TRES BANDAS- MADRID, ESPAÑA
Galería Magda Bellotti
http://www.magdabellotti.com/exposiciones/ver/exposicion/52
Galería Magda Bellotti
Comisaria: María Antonia De Castro
Artistas: Maria José Argenzio, Paula Úsuga y Libia Posada
Soporte(s) de resistencia
Las obras de la exposición confluyen en el tema del cuerpo frente a las demandas, usos y presiones que el cuerpo social y político, le imponen. Soporte de tensiones en los límites que ponen en juego su resistencia. No importa si las tres artistas proceden y trabajan en diferentes lugares del mundo, Medellín, Guayaquil o Londres, idénticas transgresiones convergen en él: las debidas al género, a la apariencia, a la desafección, a la salud, a la supervivencia, a la destrucción de su memoria…
Director: Magda Bellotti
Teléfono: +34 913 693 717
M-V 10:00-14:00 | 17:00-20:00, S 10:00-14:00, L Previa cita
Teléfono: +34 913 693 717
M-V 10:00-14:00 | 17:00-20:00, S 10:00-14:00, L Previa cita
http://www.magdabellotti.com/exposiciones/ver/exposicion/52
SOPORTE(S) DE RESISTENCIA
06.04.2013 - 21.05.2013
Del 6 de abril al 21 de mayo de 2013.
Soporte(s) de resistencia.
Maria José Argenzio, Paula Úsuga y Libia Posada.
Exposición comisariada por María Antonia De Castro, en el marco del proyecto Jugada a 3 Bandas.
Soporte(s) de resistencia articula el tema del cuerpo como soporte sobre el que confluyen exigencias y demandas culturales, sociales y políticas que ponen a prueba su facultad de resistencia y visibiliza el cruce de conflictos no resueltos que le obligan a desafiar los límites de su naturaleza.
A partir de estos datos comunes, el punto de vista y el protagonismo que el cuerpo adquiere en las creaciones de las tres artistas son diferentes y complementarios. En la obra de Libia Posada (Medellín, 1959) el cuerpo es punto de partida para analizar, definir, relatar y delatar los fenómenos y circunstancias sociales hostiles que concurren sobre él. Para Paula Usuga (Medellín, 1975) el propio cuerpo y su identidad, como categorías en continuo cuestionamiento, asumen el centro de su atención en base a las propias vivencias personales. Dentro de su habitual trabajo sobre la antinaturaleza, Maria José Argenzio (Guayaquil, 1977) muestra aquí una de las crueles transgresiones a las que se somete el cuerpo femenino como soporte de un ideal cultural que aspira a su desmaterialización y sublimación.
Objeto receptivo y sujeto activo, el cuerpo sigue siendo aquel campo de batalla en el que convergen varias direcciones del conflicto entre la capacidad de soportar y la facultad de resistir, la fragilidad individual y la violencia pública, cultural y política, la libertad de elegir y la necesidad de sobrevivir, la belleza del artificio y el dolor, el desprecio a la identidad y la necesaria preservación de la memoria…
A partir de estos datos comunes, el punto de vista y el protagonismo que el cuerpo adquiere en las creaciones de las tres artistas son diferentes y complementarios. En la obra de Libia Posada (Medellín, 1959) el cuerpo es punto de partida para analizar, definir, relatar y delatar los fenómenos y circunstancias sociales hostiles que concurren sobre él. Para Paula Usuga (Medellín, 1975) el propio cuerpo y su identidad, como categorías en continuo cuestionamiento, asumen el centro de su atención en base a las propias vivencias personales. Dentro de su habitual trabajo sobre la antinaturaleza, Maria José Argenzio (Guayaquil, 1977) muestra aquí una de las crueles transgresiones a las que se somete el cuerpo femenino como soporte de un ideal cultural que aspira a su desmaterialización y sublimación.
Objeto receptivo y sujeto activo, el cuerpo sigue siendo aquel campo de batalla en el que convergen varias direcciones del conflicto entre la capacidad de soportar y la facultad de resistir, la fragilidad individual y la violencia pública, cultural y política, la libertad de elegir y la necesidad de sobrevivir, la belleza del artificio y el dolor, el desprecio a la identidad y la necesaria preservación de la memoria…
sábado, 9 de febrero de 2013
"Imposibilidad"
Ensayo escrito por YASMÍN SÁNCHEZ RUÍZ
|
La obra de Paula Úsuga,
aborda los traumas que puede vivir una mujer desde sus primeros años de
vida. Traumas que obedecen a episodios
de violencia vivenciados en el seno de su hogar y que de ahí en adelante siguen
haciendo parte de su historia. Una
violencia traducida por un lado al castigo físico que corrige la desobediencia
a la regla a la norma, que reprime y coarta la libertad de expresar, de
decidir, que prohíbe, que abusa del cuerpo; y por otro lado, al castigo psicológico, donde se le considera un ser
inferior, a quien no vale la pena educar, porque es un ser exclusivo de lo
interno, del adentro, de un espacio reducido a las paredes de una cocina y para
el quehacer de la casa, donde su función se ve reducida a “levantar a los hijos
y atender al marido”. Una violencia
donde se desconoce su identidad como sujeto y pasa a ser objeto.
En el Performance
denominado imposibilidad, Paula Úsuga, desmantela, pone en evidencia la
situación de anulación, castigo, abuso, encarcelación, sometimiento y silencio ante el dolor que ha
vivido la mujer a lo largo de la historia, especialmente en las culturas que se
han caracterizado por ser patriarcales, donde incluso la consideran un objeto
de satisfacción sexual, de poca valía, equiparada incluso con un animal.
Esta situación que
parece haber sido erradicada en algunos rincones del mundo, se vive con el
mismo salvajismo y crueldad en muchas sociedades, y parece ser como una especie
de virus que por épocas vuelve a tomar fuerza en sociedades que habían logrado
un nivel de civilización en este aspecto.
Hoy, en nuestra sociedad, lo
abyecto, es decir lo perverso del comportamiento hacia el género femenino, toma
protagonismo en cada asesinato de una mujer, en las quemaduras que le propician
a su rostro por celos, porque no quiso aceptar la propuesta de un hombre,
porque tomó sus propias decisiones y acabó con una relación enfermiza donde
resultaba constantemente maltratada. Lo
abyecto, resulta de una sociedad permisiva que incluso se atreve a decir “Quién
sabe qué hizo”, “Seguro se lo merecía”, “Quizás ella lo sedujo”…
Como es evidente, esta
situación no es una realidad del pasado, es algo que nos sigue acompañando, y
los medios de comunicación dan cuenta de ello.
Solo basta mirar un noticiero, o las estadísticas de las cifras alarmantes
de mujeres asesinadas en el último año en el país de mujeres abusadas, de
mujeres quemadas con ácido, para sentir repudio y consternación. Esto resulta paradójico en una sociedad que
durante décadas viene hablando de los derechos de la mujer, de la igualdad
entre géneros, de la liberación femenina.
Quizás ante una
inminente necesidad de hacer un llamado a la toma de conciencia, el Performance de Paula Úsuga, ahonda en los fantasmas que le generan
a una mujer el abuso – de cualquier índole-
al que ha sido sometida a lo largo de la historia…un abuso que queda
para siempre en la memoria, que distorsiona la percepción de sí misma y que a
veces termina haciéndole creer que es algo que ella se merece: “por ser sucia”,
“por ser débil”, “por no saber” y así poco a poco termina constreñida a rígidos
papeles que anulan su esencia instintiva, su poder de percepción; se genera en
ella una división emocional que en no despreciables ocasiones, se tornan en
desequilibrios psíquicos que las sumen en la infelicidad o influyen en las
elecciones que hará para su vida y que en ocasiones pueden ser
autodestructivas.
Paula Úsuga coloca en
escena esta problemática, no sólo como medio de sensibilización y
concientización por parte del público, sino también como posibilidad para hacer
su propia catarsis, donde coloca en escena su propio sufrimiento, sus pérdidas,
los abusos a los que ella como mujer ha sido víctima; es decir como una mujer
más en la larga lista de mujeres que a veces parecen quedarse en el anonimato, pues
incluso por vergüenza y por temor al qué dirán, guardan silencio, porque como
se dijo anteriormente, para muchos ellas aparecen como culpables u ocasionantes
de la situación de abuso.
Las problemáticas sociales asociadas al
género son el punto de partida de mis propuestas, donde el cuerpo es el
vehículo y el referente. El interés por lo domestico se centra en un cuerpo
que habita un espacio intimo, de ahí que sienta la necesidad de
evidenciar situaciones de angustia y silencio. La catarsis es el medio
que como resultado evidencia los traumas como secuelas de la violencia.
La relación del objeto-cuerpo, que tiene una carga de memoria, del uso y de lo
cotidiano, es una exploración de como las percepciones del cuerpo y los
espectadores, se unen en la vida misma, en un solo espacio y un mismo tiempo,
donde mi cuerpo es el vehículo de conexión con los otros y con mi pasado. Al
compartir tiempo – espacio se produce una afectación simultánea entre mi
cuerpo, mi mente y el espectador.
Los traumas son eventos y heridas que
busco explorar; y el cuerpo como un medio para liberar estados internos,
que afectan e irrumpen lo lógico del cotidiano. En algunas obras hablo del
abuso sexual en la infancia y como afecta toda la vida, del maltrato al
cuerpo y a la mente, del silencio que la sociedad permite, de la soledad que
enfrentamos las mujeres ante las problemáticas cotidianas y de la violación
sexual. Los ensambles con la piel es una serie en
foto-performance donde la conexión con los objetos usados, tiene
una carga de memoria. Soy una construcción de otros, ellos me modelan y yo solo
soy el lienzo de la memoria.
Figura 1. Imposibilidad
Fuente: FAFI (Escuela
de Teatro de Vitória), Brasil. 2010.
Registro Fotografico: Melissa García y Felipe Bittencour. Disponible en internet en:
http://paulausuga.weebly.com/performance.html
Las correas son un reconocimiento de un objeto de la infancia. Un objeto olvidado, que me
recuerda dolor, un elemento que perturba por su significado dentro
de la vida doméstica, poder ejercido por medio del castigo físico para
corregir, pero que deja marcas que someten e inhiben durante toda la vida. Evidenciar por medio de este objeto y su
significado el poder que contiene.
Tomare cinturones de mi padre, y otros
ya usados para cubrir mi cuerpo, esta me ataran, me imposibilitaran, no
podré hablar, ni desplazarme, y por medio de la provocación llevar a los
espectadores a entrar en el juego de atar y desatar el cuerpo con correas,
dispuestas junto a mi cuerpo, esperaría la utilización de sus propias correas.
El juego termina cuando este desatada o
imposibilitada por el límite de la resistencia del cuerpo”.
Paula Úsuga
En esta performance
se trabajan dos conceptos: Lo urbano y
lo abyecto. Lo urbano se pone de
manifiesto en el uso de las correas (objeto cargado de memoria) de personas
desconocidas y amigos, en donde el soporte de éstas es el cuerpo. Y lo abyecto desde lo perverso que es la violación, el manoseo del cuerpo, lo sexual
como algo sucio, que atormenta desde el ser, desde el inconciente (sujeto); Ya
que la abyección dice kristeva se conecta con las tres fases del proceso del
desarrollo del individuo que anunció Freud: Oral, anal y genital. En este caso Paula Usuga trabaja con los
signos de la sexualidad, es una forma de liberar los sentimientos reprimidos y
el dolor a través del arte.
Es una acción que
perturba al espectador, el cuerpo casi desnudo, la piel, el labial rojo; y
llega un momento de la performance en que ella se encuentra completamente
amarrada y casi sin aliento, la respiración se corta, las lagrimas recorren su
rostro, cuando la primera persona del público se acerca y la toca, se siente el
dolor que ella está sintiendo, ese momento donde se encuentra indefensa y
totalmente a la merced de la gente. Así, como se encuentra un niño pequeño
frente al abusador. Después de que el
primer espectador rompe el hielo desamarrando
la primera correa, mucha gente del público empiezan todos al mismo
tiempo a desamarrarlas y la escena es muy fuerte, parece que la estuvieran
devorando, es una imagen que remite al canivalismo o remite también a una
escena erótica, depravada impactante definitivamente abyecta.
Ella nunca es la
misma después de uno de sus performances” - dice - para ella es una forma de
sanar. El abuso sexual de su padre hacia
ella es algo asqueroso, que marcó su vida y como artista en esta obra cuando la
gente le quita las correas, ella se
siente liberada. A través de lo abyecto se excluye aquello que no
aceptamos, pero aquello excluido no quiere dejarse olvidar, un lenguaje
simbólico de aquello que se rechaza, pero que sigue ahí, no deja de ser, lo más
nuestro, lo más intimo. Paula en su
trabajo intenta vaciar la angustia que le genera este conflicto y busca una liberación, utiliza el arte como un
medio para hacer su propia catarsis.
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